Motín en la cocina

Nelia Luisa Someillan Romero

(Aldonza)

Era lo que podría decirse una linda cocina. Ahí convivían armoniosamente las verduras y las legumbres, los chiles y los aceites, los pollos y los pavos, los pescados y mariscos. Pero un día, la cebolla llorando amargamente, le contó a su primo el cebollín, que el ajo, su compañero inseparable, con el cual compartía un culinario amor, le había dado calabazas con una tal Flor.

Cuando la noticia corrió, se armó un tremendo alboroto. Chiles, aceites, verduras, todos gritaban al mismo tiempo. Unos pedían la cabeza del ajo ¡ese traidor! El chile cuaresmeño hizo un comentario tan picante, que hasta los jitomates y las remolachas se sonrojaron. Los camotes defendían al ajo argumentando que eso pasaba ¡hasta en las mejores cocinas!, pero la zanahoria que sudaba por todos los poros, los mandó callar con la amenaza de hacerlos puré. Los plátanos machos guardaron prudente silencio, si daban su opinión, estarían fritos.

El aceite de oliva quiso interceder por el ajo, pero lo mandaron a freír espárragos. Al aceite de cártamo se le subió el colesterol, a la miel le subió el azúcar, el orégano gritó que a él los amoríos del ajo y la cebolla, le importaban un comino. Al escuchar esto la pimienta se puso negra del coraje. El ajo quiso hablar en su favor, pero las hijas de la guayaba le cayeron encima y le tiraron tres dientes.

En medio de todo ese escándalo de pronto se escuchó una orden. ¡Silencio! gritó cortante el cuchillo. ¡Ahh ! al elote se le erizaron los cabellos y les salieron granos. A los nopales se les cayó la baba, las tortas se lanzaron a la salsa de tomate, ¡ahogadas!, el pollo en un ataque de pánico se aventó a las brasas, el pavo se escondió en el horno, los camarones se fueron a la diabla, y esa linda cocina fue, la comidilla de todos.

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