La burla de Dios

Oscar Bacerott
Ganador del XIX certamen literario Juana Santacruz

Desafortunadamente los cuentos que había leído hasta entonces le resultaron una pérdida de tiempo que bien hubiese ocupado leyendo a sus autores favoritos. Tenía, sin embargo, el compromiso de leer todos los escritos que habían llegado a su oficina, pues era ésa precisamente la labor que le correspondía como juez del certamen de cuento breve que había organizado el Ateneo Español de México.

Habiendo leído la mayor parte de ellos, no sin antes vomitar un par de veces, se encontró con un relato que le intrigó desde el momento mismo de leer el seudónimo del autor: Papa Benedicto XVI. Mientras su vista seguía el contorno de las letras, su mente pensaba casi inconscientemente en el momento exacto de su vida en que tomó la decisión de ser ateo. Su madre no había recibido con agrado la noticia y eso le seguía causando ruido.

Al terminar el relato cayó en la cuenta de que no recordaba absolutamente nada, por lo que procedió a leerlo de nuevo obteniendo exactamente el mismo resultado. Esta vez recordó aquella ocasión en que hizo su primera comunión: el padre le había hecho una pregunta que no supo contestar correctamente y por algún motivo este detalle lo acompañaba aún con un poco de pesar.

Sabiéndose incapaz de decidir si realmente la historia escrita valía la pena, tomó la determinación de leerla una y otra vez hasta caer en la cuenta de que era imposible hacerlo. Por algún motivo cada vez acudían a él diferentes imágenes de su vida religiosa como si se dispararan por efecto de magia. Por último, decidió darse por vencido, no sin antes consultar el verdadero nombre del autor: Jesucristo. Una risa iluminó su cara. Una risa que bien valía quince mil pesos.

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