Franquistas al banquillo, pero en Argentina

En España no fue posible. En Argentina sí. El país sudamericano retomó las exigencias de justicia de las víctimas de la dictadura franquista, opositores al régimen sometidos a lo peor del repertorio de la tortura y a quienes Baltasar Garzón intentó representar, sin éxito.  Ahora una juez argentina  —basándose en principios universales que consideran esos delitos como crímenes de lesa humanidad— pidió en extradición a cuatro de los más conspicuos torturadores de ese régimen que, a cuatro décadas de desaparecido, sigue siendo una llaga.

Alejandro Gutiérrez

Madrid.- “No es alto ni fuerte. Como persona se ve muy poca cosa. Su cara tiene un aspecto infantil (resaltan sus ojos saltones, bolsas bajo los ojos, cejas pobladas, el labio superior caído, boca pequeña y cabello ondulado); sin embargo es un tipo siniestro y retorcido que disfrutaba martirizando a los detenidos, cobijado por la impunidad” de la dictadura, dice María Rumín, quien fue torturada durante el régimen de Francisco Franco.

A petición de Proceso Rumín y Jesús Ramírez Barrio —otra víctima de la dictadura franquista (1939-1975)—  describen a Juan Antonio González Pacheco, uno de los agentes de la Brigada Político Social (BPS), la policía política de Francisco Franco, como un torturador brutal, llamado por sus víctimas Billy el Niño, en alusión a Billy the kid.

A 40 años de haber sido sometida a golpes e interrogada en las mazmorras de la Dirección General de Seguridad siendo una estudiante de 17 años, Rumín añade: “Era un hombre con profundos complejos y los reflejaba en su desmedida violencia, al igual que toda la policía política, responsable de la represión y del trabajo sucio desapareciendo, torturando y asesinando a cualquiera que mostrara la más mínima oposición al régimen.

“Para ellos (la BPS), nosotros no éramos antifascistas, éramos putas, maricones, escoria social, y ellos podían hacer con nosotros lo que quisieran. A Enrique Ruano, (estudiante de Derecho, la BPS) lo tiró por la ventana (de un séptimo piso). Éramos menos que nada, antipatriotas”, añade.

Rodríguez Barrio, hoy profesor universitario de economía, explica que Billy, el Niño “era un tipo pequeño, desagradable, pero muy histriónico con una personalidad retorcida, gritaba agresivamente y continuamente utilizaba su pistola para amenazar y golpear”.

El entrevistado tuvo esa arma en la cabeza varias ocasiones en los interrogatorios a los que fue sometidos las tres veces que lo detuvieron  —en 1972, 1974 y 1975—  por participar en manifestaciones de protesta. Realmente Billy el Niño disfrutaba haciendo sufrir a la gente, se le veía en el rostro esa expresión burlona, de satisfacción”, recuerda.

“(Entre los sectores de la oposición a Franco) todo el mundo lo conocía o sabía de él; se hizo célebre como torturador e infiltrándose en el movimiento estudiantil. Era ostentoso en sus formas y hacia daño más allá de lo necesario”, dice a este semanario.

Los testimonios de Rumín y Rodríguez Barrio forman parte del proceso penal que la justicia argentina inició contra los crímenes de franquismo, perpetrados desde 1936 y hasta el 15 de junio de 1977, 19 meses después de la muerte del dictador.

Nota completa en:

Proceso. Nº 1929.  20 de octubre de 2013. Págs. 65-69.

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