EL ORGULLO DE SER DESCENDIENTE DE REPUBLICANOS

El primero de abril de 1939 fue declarada, oficialmente, la derrota del bando republicano en una guerra que, en realidad, se sabía perdida desde mucho tiempo atrás. Pero incluso cuando todo el mundo veía ya cercana la derrota, se seguía luchando, se luchó  hasta el  último aliento, muchos lo hicieron cuando ya el régimen franquista gobernaba el país.

Una guerra perdida, una represión atroz y los vencidos seguían cobijando esperanzas en aquel rincón del corazón dónde solo se guardan los más profundos deseos y añoranzas, aquel rincón, que ni siquiera todas las bombas y balas del mundo habían logrado alcanzar.

El primero de abril de 1939, oficialmente, se perdió la guerra, pero, ¿fue en realidad así? ¿perdimos todo? Más de medio siglo después, lo que era un doloroso presente se convirtió en una vieja historia del pasado, la voz fuerte de antaño se fue transformando, en algunas familias, en un leve suspiro; en otras, sin embargo, permanece.

Sea en forma de un sencillo relato o un par de fotos guardadas en un baúl, en lugares tan alejados de España existe todavía un pensamiento republicano, existe gente orgullosa de decirse descendiente de rojos españoles, aquellos que creían que las mujeres podían votar, que el matrimonio, antes que nada, tenía que ser laico, que la escuela, el teatro, la salud eran bienes de todos, sin importar su origen y su condición social.

Franco arrebató a los republicanos sus casas, sus familias y pertenencias; pero había algo de lo que jamás podría despojarlos: sus recuerdos, sus memorias e ideales, aquellas cosas que los acompañaron por el resto de sus vidas, por todos los rincones del mundo.

La memoria hace identidad y cuando la identidad se basa en ideales, se cruza con ellos el Atlántico, se fundan colegios, se investiga, se abren hospitales y se aguanta el recuerdo con orgullo hasta que, cuatro generaciones después, a quienes solo hemos oído hablar de la guerra de los abuelos, sentimos como se oprime nuestro pecho.

La memoria viajaba en los barcos en los que llegaron nuestras familias. Al principio, en forma de dolorosos recuerdos que oprimían el pecho, los que luego se convirtieron en relatos que sus hijos merecían escuchar, manteniendo la esperanza de que no olvidasen de dónde habían venido.

Y esas imágenes de guerra, sufrimiento y esfuerzo, pasaron a ser algo de lo que uno debía sentirse orgulloso, porque por más que Franco trató de hacer creer lo contrario, el ser republicano, hijo o nieto o bisnieto de rojos, no era algo de lo cual avergonzase.

Mientras una bandera republicana siga ondeando en el cielo, mientras exista alguien orgulloso de llamarse hijo, nieto, bisnieto de rojo en cualquier parte del mundo, la República seguirá existiendo, el sacrificio de tantos no será en vano, y aquella guerra, no estará perdida, no del todo.

 
Carmen Reyes Luna. alumna de 3º de Secundaria. Colegio Madrid. 
Palabras pronunciadas el 14 de abril de 2013.
 
 

LA SEGUNDA REPÚBLICA ESPAÑOLA VISTA DESDE OTRA PERSPECTIVA

La Segunda República Española es muy importante para mí porque representa mi cultura familiar y escolar, pues el padre de mi abuelo materno, es decir, uno de mis bisabuelos maternos, formó parte de este acontecimiento ya que pertenecía al partido socialista y fue exiliado de España en 1939 junto con toda su familia. Huyeron a Francia y en 1941 vinieron en barco como refugiados. Una vez que él se instaló aquí, estudió en la Academia Hispano-Mexicana.

En cuanto a los padres de mi abuela materna, mis otros bisabuelos maternos, fueron considerados rojos, que significa gente de izquierda que quería igualdad y ejercer el derecho a votar para elegir a sus gobernantes; es decir, quería una república. Por ello no les permitían trabajar ni seguir viviendo en España y si no se iban los mataban. Pasaron toda la guerra en España huyendo, sin casa, ni trabajo; de hecho mi abuela nació a la mitad de la guerra en 1938. Tanto en la guerra como en la posguerra pasaron hambre: comían lentejas con gorgojos y cuando podían migas con aceite de oliva y ajo.

En fin, vinieron a México en 1950 buscando una vida mejor y tuvieron que dejar a la mitad de los hermanos y familiares en España. Todos los que llegaron aquí estudiaron en el Colegio Madrid. Mi abuela formó parte de la primera generación de preparatoria de nuestro colegio.

Años después, mi mamá estudió aquí. Ahora yo formo parte de la historia de este colegio. Es por ello que me parece importante celebrar el 14 de abril ya que toda mi familia pertenece a esa parte de la historia que empezó como un festejo, continuó con una guerra y culminó en un nuevo comienzo.

Esta historia le pertenece a mi familia, a mi colegio y a mí.

Mario López Concheso
6° E – Primaria

 

¿QUÉ CONMEMORAMOS HOY?

Cuando se nos preguntó que si alguien estaba interesado en escribir una reflexión acerca de la conmemoración de la Segunda República española, el silencio resonó en el salón de clases.

Se repitió la pregunta, pero ahora con una interrogante adicional. ¿Quién tendrá familiares republicanos?  Un comentario muy revelador se pronunció: “Yo no tengo esos orígenes, ¿por qué me debería de importar?”.

Esta no fue la primera vez que escuché comentarios haciendo referencia a por qué hoy, 82 años después de la proclamación de la Segunda República española, los estudiantes del Colegio Madrid teníamos que participar en una ceremonia que conmemoraba un hecho histórico tan lejano, que quizás nada tenía que ver con la historia de vida y de familia de muchos de los alumnos.

¿Qué es lo que conmemoramos: la proclamación de la Segunda República española o los valores universales que ésta proclamaba?, los mismos que defiende, aunque sólo sea en el discurso, nuestra soberana República Mexicana: libertad, democracia y modernidad; laicismo, diversidad, respeto, honestidad; calidad, educación y progreso; conciencia social, igualdad y derechos universales para todos los ciudadanos.

Estos valores no son exclusivos de la Segunda República española, ni de los hijos, nietos o bisnietos de españoles que sufrieron una guerra civil por defenderlos y se vieron obligados a vivir en el exilio. Estos valores universales, son los valores de hombres y mujeres comprometidos por el cambio y por la conformación de un mundo digno. Eso es lo que creo que en verdad deberíamos conmemorar.

De nada sirve recordar año con año el discurso republicano si no se refleja en acciones y se proyecta hacia el futuro.

El Colegio Madrid es una institución de enseñanza forjada con los principios y valores de la República Española, que es fiel a sus orígenes y lleva a cabo un proceso educativo, donde se fomenta la justicia, la libertad, el amor y la paz. Es así como pretende ser parte de la formación de seres humanos, libres, conscientes, amorosos y comprometidos para transformar su realidad y construir, con el otro, un mundo mejor. Es así como estos valores son proyectados hacia el futuro.

A pesar de esto, el sentimiento de que la Segunda República española nos es ajena es creciente en las generaciones más jóvenes. Considero que nos hemos quedado únicamente en conmemorar la proclamación de la Segunda República española, convirtiéndola en la celebración  de un hecho histórico lejano y ajeno a la vida e historia de muchos de los que conforman hoy en día la comunidad del Colegio Madrid.

Es importante que el colegio, y algunos de sus integrantes, tengan especial cuidado en esto, ya que en ocasiones han generado un sentimiento de exclusión entre las personas que no son familiares de exiliados. La vinculación con los principios republicanos no debe ser por la cercanía familiar que tengamos con ello, sino por la educación que gesta una identidad con estos valores.

Creo que es indispensable profundizar en lo que es una república, en los principios que proclama y por qué esta escuela quiere llevar a cabo una educación congruente con dichos principios.

No es suficiente la transmisión de los valores republicanos, es preciso compartirlos mediante el diálogo, cuestionarlos, apropiarnos de ellos, resignificarlos, ampliarlos y ubicarlos en nuestro contexto.

Resulta apremiante compartirlos no sólo como los valores de la República Española, sino como valores universales. De esta forma dejarán de ser la herencia de unos cuantos, que pueden escribir un discurso sobre la Republica.

Hoy vivimos en un mundo que se encuentra muy lejos de funcionar conforme a los valores de libertad, justicia, igualdad, respeto, conciencia social, amor, democracia, honestidad, educación y progreso. En México vivimos una realidad muy dolorosa todos los días: injusta, desigual. Más de la mitad de la población vive en pobreza patrimonial. Y, al mismo tiempo, el hombre más rico del planeta vive entre nosotros.

Vivimos en un sistema económico excluyente y violento, donde la corrupción es tan alarmante que hasta los corruptos se espantan. Nuestra joven democracia no ha podido transformar la realidad, porque es apenas una democracia de élites en la que los partidos políticos no honran los valores republicanos, honran el dinero y el poder.

Por su parte, España vive bajo una monarquía heredera de la ley de sucesión franquista y enfrenta hoy una crisis, no solamente económica y social, sino incluso moral. Ustedes entenderán a qué me refiero: existe la amenaza de una guerra nuclear fundada en intereses políticos y económicos de gobernantes militaristas.

Hoy me gustaría conmemorar la Segunda Republica española, reflexionando sobre los valores universales que ésta proclamaba. Hacerlos propios e intentar tener una vida fundada en ellos.

Que nuestros actos sean siempre actos conscientes y encaminados a la construcción de un mundo mejor donde los valores que un día fueron pronunciados por la República Española se discutan, enriquezcan, concienticen y  se problematicen.  Que cada ser humano los haga suyos y así sean pronunciados por todos los ciudadanos del mundo.

Como ciudadana del mundo también hoy quiero saludar y reivindicar la lucha de mujeres y hombres anónimos, de personajes como Andrea Moreno Moreno y José Álvarez de la Cera, mis bisabuelos, quienes siendo casi unos niños, tuvieron que enfrentar la adversidad de la guerra, la destrucción, la desunión de sus familias y el exilio, pero aún así trabajaron día con día para poder construir una sociedad más justa y conseguir el pan, la escuela y una vida digna para sus hijos, igual que muchos otros ciudadanos del mundo.

Andrea Escalona Prado
Bachillerato CCH – 4040

 

 
 
 
 

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