ORDEN DE ISABEL LA CATÓLICA, ENCOMIENDA

(5 marzo 2012)

Angelina Muñiz-Huberman

Es un honor recibir la Orden de Isabel de Castilla en grado de encomienda. Me pregunto por qué la recibo. A lo largo de mis libros y de mis clases he procurado mantener un equilibrio entre mis antecedentes sefardíes, el exilio de la guerra civil española y mi vida entera en México desde la infancia. Equilibrio difícil, pero que supe mantener. Ahora, otro acto de equilibrio es recibir esta honrosa condecoración.

Me vuelvo a preguntar, ¿por qué a alguien descendiente de los sefardíes expulsados por esta reina se le otorga su medalla? Y recuerdo la historia de Sefarad en la Edad Media con su esmerada cultura judía y el amor por la lengua española. Los poetas, los filósofos, los médicos, los astrónomos, los traductores, todos ellos se elevaron a un punto cimero difícil de igualar. Recuerdo también el dolor de la expulsión o de la doble vida de aquellos pensadores que tuvieron que desarrollarse fuera de su querida patria y que enriquecieron la cultura de otros países: Juan Luis Vives, Antonio Enríquez Gómez, Baruj Spinoza, León Hebreo. Porque para los sefardíes, luego de catorce siglos de permanencia en ella, España fue y siguió siendo su verdadera tierra. Prueba de ello es haber conservado hasta nuestros días la lengua de 1492, en la que Fernando de Rojas, converso, escribió La Celestina o tragicomedia de Calixto y Melibea.

La lengua que se multiplicó en jarchas, romances, canciones, refranes, cantos de boda, cantos de muerte, tratados de ética y, según avanzaba el tiempo, novelas, obras de teatro, enciclopedias y todo género literario.

Así, la lengua se convirtió en otra patria, ideal, cadenciosa, sin maldades ni persecuciones. Lengua que heredé y quise unir la historia de los pueblos cuando mi familia salió al exilio no en 1492, sino en 1939 por la guerra civil. Una familia milenaria bajo la sombra de los exilios.

Como ciclo que se cierra hoy, en la tierra mexicana, es un acto conciliatorio recibir esta condecoración. Sólo me queda repetir un poema anónimo de los sefardíes en el destierro, en la que he llamado lengua florida:

A ti lingua santa,

a ti te adoro,

más que toda plata,

más que todo oro.

Tú sos la más linda

de todo lenguaje,

a ti dan las ciencias

todo el avantage.

Con ti nos rogamos

al Dio de la altura,

Padrón del universo

y de la natura.

Si mi pueblo santo

él fue captivado

con ti mi querida

él fue consolado.

Palabras de Carmen Tagüeña Parga

Muy buenas noches a todos.

Es para mi un alto honor recibir esta distinción otorgada por el Estado Español que acepto con mucho agradecimiento aún reconociendo, que seguramente hay muchas personas más merecedoras de la misma.

De acuerdo a la amable carta del Sr. Embajador la recibo en “atención a los méritos y circunstancias que concurren en mi persona”.

En ese orden de ideas, si reviso mi vida me han guiado el amor a mi familia y amigos y dos sentimientos muy dominantes. Un enorme amor y agradecimiento a México y un no menor amor apasionado y nostálgico por España, la patria de mis padres y que no pude tener. Por cierto, que antes de conocerla por vez primera al cruzar la frontera desde Francia, no pude dormir de la emoción.

Desde que pisé la facultad de Ciencias de la UNAM descubrí este país y he dedicado mi vida profesional, todos mis esfuerzos, a distintos aspectos siempre relacionados con la educación y la cultura, que ha sido mi tributo personal a México, la patria de adopción. Soy una “mexicana del Norte”, en honor a mi lugar de nacimiento, y como tal he trabajado con mucho empeño.

Me acerqué al Ateneo por amor a mis padres y a España y he sido muy recompensada en presidirlo ahora que estamos viviendo una nueva etapa en la que contamos con el apoyo de la Embajada, la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) y, en general, del Gobierno Español.

Tenemos una sede digna, por primera vez nuestros acervos están totalmente catalogados y se han establecido muchas relaciones institucionales que han permitido plantear nuevos proyectos. El Ateneo ha sido y es un centro de encuentro, comunicación, preservación y difusión del legado del exilio español en México.

Además, la enorme importancia del Ateneo se basa en el gran repositorio de registros históricos, logrados por el esfuerzo de muchas mesas directivas que nos precedieron, por sus socios y donadores, que son en un acervo imprescindible y único para que los investigadores de diversas latitudes puedan explorar, comprender y dar a conocer la compleja historia de los republicanos españoles en el tránsito de la derrota al éxodo y su desarrollo ulterior.

El Ateneo, es la memoria histórica del Exilio y no es solamente una mirada al pasado, es una mirada al futuro para las nuevas generaciones de españoles a los que permite vislumbrar una parte de la historia de España que no aprendieron en las aulas, no solamente en su un lado trágico que es imprescindible conocer para no repetir lo sucedido, sino en todos los demás aspectos luminosos, sobre todo los relacionados con el desarrollo de la cultura, de los que pueden sentirse orgullosos.

Dado que las migraciones, los exilios y la violación de derechos humanos sigue siendo una constante del mundo en el que vivimos para los jóvenes españoles y mexicanos los acervos del Ateneo pueden servir de referencia y punto de partida para las investigaciones y toma de conciencia para enfrentar los problemas actuales.

Por último quisiera felicitar a mis compañeros condecorados y agradecer de una manera muy especial el apoyo generoso y solidario de la Embajada de España en México, a sus funcionarios, y muy especialmente al Señor embajador. A mi familia y amigos algunos de ellos de la Mesa Directiva del Ateneo gracias por acompañarme y ayudarme durante tantos años y a todos por estar hoy conmigo una vez más. Muchas gracias.

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