México, has abierto las puertas y las manos

al errante, al herido,

al desterrado, al héroe.

Siento que esto no pueda decirse en otra forma

y quiero que se peguen mis palabras

otra vez como besos en tus muros.

De par en par abriste tu puerta combatiente

y se llenó de extraños hijos tu cabellera

y tú tocaste con tus duras manos

las mejillas del hijo

que te parió con lágrimas la tormenta del mundo.

Canto general, Pablo Neruda

El 27 de julio de 1939 llegó al puerto de Veracruz el Vapor Mexique con 2091 personas a bordo. Tras la Guerra Civil de España, el pueblo y Gobierno mexicanos, impulsados por sentimientos de profunda simpatía, manifestaron que abrirían sus puertas a todos los exiliados españoles sin distinción de sexo, edad, filiación política y religiosa. El Gobierno del presidente Lázaro Cárdenas se hizo cargo de la transportación marítima para realizar tan importante emigración.

Durante la travesía, dentro del vapor Mexique se realizaron publicaciones de diarios informativos, donde hablaban desde algunas reglas de convivencia hasta la estructura social, política y geográfica de México, información básica que tenían que saber de su nuevo hogar.

Una vez que arribaron, la cantidad de personas implicó dificultades para el alojamiento, pues la capacidad total de los cuartos habilitados en el puerto era de 1800 plazas y aún quedaban 700 personas de los barcos anteriores, por lo que se gestionaron y obtuvieron permisos en los edificios de Hogar Campesino, Casa del Niño, Hospital Militar y el Edificio Faros.

Se registraron 405 menores de edad, 546 solteros, 1.041 casados, 72 viudos y 3 divorciados, la mayoría hablaba el castellano y el francés. Las profesiones u oficios que más se registraron fueron las de agricultores con 244, mecánicos con 62, profesores con 48, contadores con 34, metalúrgicos con 32 por mencionar algunos.

Entre las personas que llegaron en el Mexique estuvo Federico Patán Nieto, quien se embarcó con su familia en Burdeos casi a punto de cumplir dos años. También estaba Justo Diego Somonte Iturrioz, farmacéutico y químico, que llegó junto con su familia y trabajó en México en los laboratorios Lora e instaló una fábrica de láminas asfálticas. También llegaron Simón Otaola Oyarzabal, Luis López-Dóriga Messeguer y muchas otras personas que a la larga se integraron a la vida de nuestro país.