Mejor será no regresar al pueblo,
al edén subvertido que se calla
en la mutilación de la metralla…

Y la fusilería grabó en la cal
de todas las paredes
de la aldea espectral,
negros y aciagos mapas,
porque en ellos leyese el hijo pródigo
al volver a su umbral
en un anochecer de maleficio,
a la luz de petróleo de una mecha
su esperanza deshecha.

“El retorno maléfico”
Ramón López Velarde

Además de los agradecimientos a los organizadores de la Cátedra del Exilio, Pedro Pérez Herrero y Aurelio Martín, por la invitación a participar en este Congreso Internacional sobre el retorno de los exilios o las migraciones, quiero hacer un reconocimiento muy especial a todas aquellas instituciones, organismos, universidades, públicas y privadas, particulares, etc. por sus esfuerzos, muchas veces contra viento y marea, por estudiar, investigar y sacar a la luz la historia pasada de España y sin embargo tan presente: la de la Guerra Civil, la del exilio y la de la transición.

Mi intención aquí será  “escuchar”  la voz de los propios exiliados españoles en México explicando los motivos  que los impulsaron a volver o a no volver, tratando de evitar (a veces inevitable) lo que ha sucedido en los numerosos encuentros, coloquios, mesas redondas etc. sobre el tema del exilio a las que he asistido a lo largo de varios años en presencia de los exiliados que comentaban —divertidos o enfadados—, el hecho de que  los “estudiosos” del tema les dijéramos cómo les había ido en la guerra o qué es lo que sentían como exiliados.

Aclaro también que yo siempre he dicho que hay tantos exilios como exiliados hay; con mayor razón se puede aplicar esto al regreso, que se produjo en épocas tan diferentes y con diversos propósitos. Pero así como se pueden hacer ciertas generalizaciones en el caso del exilio, las haré también a partir de las reflexiones sobre el retorno que sus testimonios me sugieren, tratando de no generalizar abusivamente.

Me basaré fundamentalmente en las entrevistas del Proyecto de Historia Oral, iniciado en 1977: Refugiados españoles en México. Una aportación  para su estudio, que se llevó a cabo en el Instituto Nacional de Antropología e Historia de México (INAH), en su primera parte, dirigido por la Dra. Eugenia Meyer y en la segunda por Dolores Pla, financiada por la Dirección del Libro, Archivos y Bibliotecas del Ministerio de Cultura Español.[1]

Para hablar del retorno, tal vez valga la pena empezar por hablar de dónde y porqué se sale. No se preocupen, no voy a volver a repetir la historia de la Segunda República Española, ni la del golpe de Estado, ni la de la Guerra Civil, ni la del exilio,  sobre lo que ya se han derramado ríos de tinta. Quiero referirme al “lugar” del que salen los exiliados españoles y del que verdaderamente tienen nostalgia, que es aquél al que se refiere Emilio Prados en uno de sus versos[2]: “allá cuando era primavera en España.”

Este “lugar” del que salen tal vez puede representarse simbólicamente si recordamos las imágenes del entusiasmo con el que España recibe la proclamación de la República el 14 de abril de 1931, “allá cuando era primavera en España.” Ese “lugar” que está muy bien descrito en lo que  relató en alguna ocasión Félix Población, escritor y periodista al hablar de ese entusiasmo y que lo resume con la presentación de una octavilla de mano, editada en la imprenta Gutemberg de Guadalajara el 31 de Mayo de 1931, con un epígrafe que decía “A todas las buenas personas” y  para la que se rogaba la mayor publicidad posible: eran unos Mandamientos Republicanos que él se encuentra, según propia confesión, “en los archivos más menudos de la Historia, a veces tan reveladores: dicen según transcripción literal”

“El primero, amar a la Justicia sobre todas las cosas; el segundo, rendir culto a la Dignidad; el tercero, vivir con honestidad; el cuarto, intervenir rectamente en la vida política; el quinto, cultivar la inteligencia”; el sexto, propagar la instrucción; el séptimo, trabajar; el octavo, “ahorrar”; el noveno, proteger al débil; el décimo, no procurar el beneficio propio a costa del perjuicio ajeno”.
“Se comentan asimismo cada uno de esos mandamientos con muy precisa calidad conceptual:”

“Quien ama la justicia sobre todas las cosas no hace daño a nadie; respeta los derechos ajenos y hace respetar los propios. Quien rinde culto a la dignidad, se lo rinde a la libertad y la igualdad; ni avasalla a nadie, ni por nada se deja avasallar; ni reconoce primacías innatas, ni acata privilegios infundados”.

“Esas son las glosas de los dos primeros. Por resultar obvias las explicaciones de la mayoría de los restantes, sólo me parece destacable —dice D. Félix— resaltar el octavo, que preconiza la necesidad de:

“consumir menos de lo que se produzca, para crecer así los bienes de la Patria y de la Humanidad, y el décimo, que veda todas las explotaciones del hombre por el hombre, y todas las protecciones legales consistentes en aumentar los provechos de unos a costa de los bienes de otros”. [3]

Como hoy mismo, ¿verdad?

Estos españoles salían  expulsados de su patria (palabra que hay que tomar con pinzas); llevaban encima la indignación de la injusticia agravada si cabe en Francia al ser testigos y víctimas del avance del fascismo y también por el horror de los campos de concentración, cuya historia todos conocemos pero a la que vale la pena volver  para seguir rescatando en esos “archivos menudos de la historia” trozos aún desconocidos por la mayoría. Iban derrotados militarmente pero no moralmente y en muchos de los testimonios, la vuelta está muy condicionada por la necesidad de cerrar ese ciclo: [4]

“Pasé la frontera por Port Bou diciéndome: Yo volveré enseguida. ¿Porqué se me echa así de mi patria? No,  no me resigno” dice Jesús Izcaray.” [5]

“Sin embargo yo siempre pensé que volvería a España. Siempre me decía   –hay que cerrar el ciclo; no es la cosa esa de morir en España…es volver a la tierra, volver porque nosotros no salimos voluntarios: salimos por un ideal y por ese ideal pues hay que seguir luchando…”[6]

“La vida cotidiana la hacíamos como cualquier mexicano, pero siempre con grupos de españoles, ya con idea de volver porque la idea política te obliga a volver…[7]

“Teníamos nosotros el propósito de volver a España que es de donde habíamos salido y a la que no hemos renunciado políticamente…”[8]

“Venir aquí era volver a mis orígenes, con la desventaja que no volvía con los veintitrés años que salí sino con sesenta y tres años.”[9]

Hay que decir también que los españoles exiliados en México, venían  de una situación muy peculiar del exilio que, —siguiendo la reflexión que hace Tomás Segovia en su ensayo Nuestras Repúblicas— era “la de vivir en un país en el que teníamos un gobierno pero no teníamos un país. Mientras no estuviéramos naturalizados mexicanos éramos ciudadanos de una república pero no de una nación, puesto que nos negábamos a reconocernos súbditos de la España de Franco, aunque aquel gobierno nos considerara tales, sólo que delincuentes. E incluso ya con la nacionalidad  mexicana, seguíamos siendo súbditos de la  de la República Española y esa parte nuestra seguía siendo igual de paradójica, con la añadidura de una paradoja más: en virtud de las leyes mexicanas, al adquirir la nacionalidad mexicana habíamos renunciado a la nuestra original, a pesar de lo cual en la República en el exilio seguíamos siendo ciudadanos españoles.”

Y eso hacía que se mantuviera una lealtad no a una patria sino a una República. “[…] nuestra lealtad y nuestro amor –sigue diciendo Segovia- era lealtad y amor republicanos. De algún modo encarnábamos, aunque no lo supiéramos lo que Habermas y otros señalan con el nombre de patriotismo constitucional o republicano: nuestro apego, nuestra fidelidad, nuestra entrega y hasta nuestra identificación era ante todo a un derecho, a una justicia, a una libertad. Ese lazo era más fuerte que el que nos ligaba a una tierra…”[10]

Eso mismo hizo que los hijos de los exiliados no viviéramos de manera problemática el asunto de los nacionalismos, regionalismos e identidades, que como hemos visto ha causado estragos no sólo en España o en Alemania sino en la Europa Central y seguirá causándolos, porque cuando estos términos salen a relucir siempre hay alguien que está dispuesto a sacar la pistola.

Si tomamos en cuenta lo anterior, en el caso del exilio español en México, el sentimiento de no pertenencia al lugar de destino en un exilio o en una migración -que conlleva la pertenencia continua al lugar de origen- fue dándose la vuelta y podemos oír declaraciones de los propios exiliados tales como:

“Yo tengo la mejor voluntad hacia México, pero no me siento autorizado por razones obvias, a intervenir como si fuera mexicano, del mismo modo que no me siento inclinado a reintegrarme a la situación actual de España”.[11]

O bien, “Esa cosa de México, va entrando poco a poco, pero va entrando profundamente, tan profundamente que ya hoy nos sentimos arraigados tanto a México como a España.”[12]

“Treinta y un años de exilio, forzosamente dejan huella. Crean nuevos conceptos…nueva mentalidad; es una experiencia viva excelente para comprender muchos fenómenos del mundo. Y por consiguiente es algo positivo…en mi formación intelectual, moral, política y todo lo demás…”[13]

“…tuvimos la ventaja máxima que se puede tener que es la libertad, ¿no? Y no lo digo sólo en sentido político sino…es decir, poder hablar en voz alta, poder pensar en voz alta…”[14]

En muchos de estos testimonios está muy presente la idea de la necesidad de buscar las raíces,  de la recuperación del origen:

“En México hemos estado como en nuestra propia casa. Pero no sé…ese sentimiento de haber salido de España por la frontera, despedidos…pues eso nunca podía olvidarlo. Yo quería entrar de nuevo, volver aquí; volver a buscar las raíces, buenas o malas, o como sean, pero buscar nuestras raíces.”[15]

“Yo vine con muchas ilusiones, con ciertos ideales a vivir en España, recordar las raíces, hacer que mis hijos –los que pude traerme, ¿verdad?- fueran continuación de esas raíces.”[16]

“Pues volver…es una cosa metida muy adentro…tantos años de recordar nuestra raíz…es un sentimiento muy hondo al que se sacrifican muchas cosas…No tiene remedio. Yo volví a España como un hijo vuelve a sus padres.”[17]

El propio Sánchez Vázquez en su estupendo y conocido texto Fin del exilio y exilio sin fin,[18] hablando de cómo el exiliado está siempre en vilo, sin tocar tierra, dice que como el destierro no es un simple trasplante de un hombre de una tierra a otra -discrepando abiertamente del término “trasterrado” acuñado por Gaos- “el desterrado no tiene tierra (raíz o centro)…Cortadas sus raíces, no puede arraigarse aquí (se refiere a México, claro)” aunque más adelante reconozca que en el país de destino surgen nuevas raíces y que ante la disyuntiva de tener que cortarlas de nuevo para volver, el exiliado se da cuenta de que nunca dejará de ser un exiliado y termina su texto diciendo: “Lo decisivo es ser fiel –aquí o allí- a aquello por lo que un día se fue arrojado al exilio. Lo decisivo no es estar -acá o allá- sino cómo se está.”

En relación con esta idea de las raíces o el arraigo, yo coincido con lo que dice José Bergamín de manera realmente acertada: “La búsqueda de las raíces es una manera soterrada de andarse por las ramas.”

La combinación de ese “lugar” mencionado antes del que salían, la peculiaridad a la que me he referido de ser ciudadanos republicanos en México siendo mexicanos y la duración del exilio hizo que ese tema tan peligroso de la “identidad nacional”,  y que está muy vinculado con el arraigo se resolviera muy a favor: cómo desaprovechar la oportunidad ya que no se podía arraigar en uno u otro sitio, arraigar en otro nivel. Eso es lo que sucedió aun a pesar de que a veces el propio exiliado no se diera cuenta. Algunos sí, como Ramón Gaya que dice:

“El exilio no termina nunca una vez que se es exiliado. No invento la frase. Ahora, no está mal esa situación de exiliado. Yo creo que es positiva porque abre ventanas, quita cerrilismo, empecinamientos y se ve que no solamente está el rincón de uno, sino que hay otros. Es una situación de habitación con balcones abiertos…Ni siquiera México necesitaba ser tan hermoso para que nos resultara un paraíso. Está claro, ¿no?”[19]

El sueño de la vuelta

Hubo los que por edad no pudieron compartir ya desde el barco que los llevó a México “la ilusión del retorno”, como D. Antonio Zozaya, que tenía 80, años o D. Rafael Altamira y D. Ignacio Bolívar, al que cuando le preguntaron al llegar a México porqué dejaba España y venía a México (tenía más de noventa años) respondió: “A morir con dignidad”.

El sueño de la vuelta estuvo desde el principio, enfrente, muy marcadamente los primeros diez años; “presente […]cada vez que se arranca la hoja del calendario -como lo ve Sánchez Vázquez- escindidos entre la aspiración a volver y la imposibilidad de realizarla”,[20]  y luego estuvo en el horizonte ulterior  otros treinta y tantos años más, hasta que se vio venir la muerte de Franco y la transición y por lo tanto la posibilidad real de volver.

Sánchez Vázquez  dice que durante muchos años y no por razones políticas sino morales, por dignidad, se resistieron a las tentaciones de la nostalgia y permanecieron sordos a los cantos de sirena que invitaban –con el señuelo de la vuelta- al olvido, la renuncia o la claudicación.

Por eso mismo El Dr. José Puche, Rector de la Universidad de Valencia, decía en la entrevista[21] que le hice en 1978, cuando le pregunté qué pensaba de la muerte de Franco y de la España de ese momento, respondió: “Franco era un general que se rebeló cautelosa, insidiosa y cruelmente contra las instituciones legítimas de la República. Acalló en un baño de sangre al pueblo español que tardará mucho tiempo en reponerse, acrecentó el resentimiento, no solamente de los perseguidos, sino ahora de los perseguidores y en fin dejó a España en una situación lastimosa. […] Yo tengo ahí a mi hermana que quiero verla antes de morirme, lo mismo que a algunos amigos de edad avanzada como yo, pero yo me siento fuera de la España actual, no me atrevería a colaborar como lo están haciendo algunos.”

Hubo los que  regresaron a partir de mediados de los años cuarenta, sumándose a la lucha, desafiando la prisión y la muerte –única manera de acabar con el exilio, como Alberto Sánchez Mascuñan[22], O Jesús Izcaray, que estuvo en la clandestinidad a la que define como “una mutilación en la vida, porque vives a medias. Tantas son las cosas a las que tienes que renunciar, para no comprometerte, para no llamar la atención, para pasar como una sombra…tienes que huir de todo lo que signifique alegría…”[23]

Los que regresaron en los años cincuenta, los años del llamado “milagro español” pensando que le quedaba poco al régimen de Franco; otros en los años sesenta además de por razones familiares (enfermedades, herencias, etc) pensando que la situación económica al ser mejor que en México les favorecería; otros, ya en los principios de los años setenta, por enfermedad de ellos mismos aconsejados por los médicos y, por supuesto, los que vinieron ya en la democracia. Unos se quedaron, la mayoría de ellos, no.

Sí había algunos como el Dr. Puche que ya veían que el regreso era imposible; entre la comunidad exiliada se veía con malos ojos el regreso a España en vida de Franco. Había un chascarrillo por ahí que decía: “¡Hombre cómo vas a volver a España estando ahí Franco? Bueno –contestaba el otro- total, con no hablarle…

Oigamos sus impresiones:

Mercedes Maestre, médico de profesión tuvo que regresar en el 56 por una enfermedad de su madre: “España me causó una impresión muy dolorosa porque no vi en la realidad reflejada la impresión relativamente optimista que teníamos desde México…me encontré con que muchos de mis antiguos amigos estaban muy en el franquismo…Me encuentro por ejemplo con que mis sobrinos de dieciséis o dieciocho años, no saben bien por qué estoy en América. Es decir han tenido que ocultarles muchas cosas…nos habíamos desenraizado de aquí de España…No teníamos conversación con nadie, esa es la realidad. Me deprimí tremendamente…”[24]

Francisco Ayala: “España en los años sesenta me pareció muy triste, muy triste. Me relacioné con pocos amigos. Yo no venía más que a enterarme…Esta sociedad no tiene nada que ver con la anterior a la guerra…”[25]

Juan Gil Albert: “Tengo aquí muchas amistades…pero todos estos años que hemos estado fuera pues te separan un poco, ¿no? Ellos han vivido otras cosas, a veces muy difíciles ¿verdad?…son muchos años de separación; entonces, a veces no hay la misma comunicación que podía haber con la gente con la que he convivido casi treinta años en México, ¿no?[26]

Arturo García Gual: “Aquí la gente no confiaba en nosotros y nosotros tampoco en la gente. A veces decíamos algo pero siempre disfrazando nuestro verdadero sentir… porque después de todo somos algo extranjeros aquí…”[27]

“Francisco Giner de los Ríos: “Ya no es lo mismo; uno no encuentra la España que dejó…”[28]

Antonio Ordovás: “La familia me recibió con mucho cariño, pero como a un bicho raro…era de ellos pero no era como ellos; eres el tío, pero de México, eres el sobrino, pero de México…”[29]

Veneranda Manzano: “Me siento más a gusto en México, mas en mi ambiente…más todo…yo no acabo, lo digo con pena, de comprender a mi país, después de cuarenta años ¡tan bien que lo comprendía!…y esa incomprensión mía me hace no estabilizarme…estoy como sentada sobre púas.”[30]

Manuel Andujar: “Tuvimos que adaptarnos a determinados estilos de vida, determinadas concepciones mentales, que ya no eran las nuestras. Es decir, aquí nosotros estábamos siempre un poco en plan de adaptación…es una adaptación constante.”[31]

Llanos Navarro: “Yo me siento bien porque mi vida no ha cambiado, mi vida es siempre la casa. Tengo poca relación con los españoles porque realmente con los que me trato es gente con la que he estado en México. Fíjate que no me siento muy patriota…creo que ya nosotros no somos patriotas, no somos de ningún sitio, somos de todas las patrias. Al llegar, venías como española de segunda clase ¿no? Discriminada, no sé por qué…”[32]

José Luis Benlliure: “Aquí he hecho una vida bastante aislada ¿no? Procuro no estar en contacto con la gente. He encontrado antiguos compañeros que se han portado muy bien conmigo; otros regular.”[33]

El ejemplo culminante de lo que producía este retorno es el diario de viaje de Max Aub a España, a fines de los sesenta, La gallina ciega; la explicación del porqué del título que hace Max Aub ya dice mucho: “¿A qué se refiere? A una persona privada de luz, en oscuridad completa –sin perder la vista, pero metida dentro de las tinieblas gracias a una venda o pañolón- , anublados el juicio y la razón, incapaz de juzgar los colores, a quien su ignorancia parece discreción, entorpecidos los sentidos, a quien todo se les volvió noche, ciego de pasión, de orgullo. Sí, España con los ojos vendados, los brazos extendidos, buscando inútilmente a sus compañeros o hijos, dando manotazos al aire, perdida. Gallina ciega refiriéndose a empollar huevos ajenos” Y dice más adelante: “Tal vez la gallina ciega soy yo y España siempre fue así…Acaso los que empollamos huevos extraños fuimos nosotros…”[34]

En este libro que es la crónica más cruda de cómo la historia les dio un guantazo a estos exiliados españoles y los sacó del curso de la historia, de cómo les fue arrebatada la posibilidad de intervenir, de actuar en el sentido histórico de la palabra  y no pudieron incorporarse de nuevo, Max Aub dice al final: “Regresé y me voy. En ningún momento tuve la sensación de formar parte de este nuevo país que ha usurpado su lugar al que estuvo aquí antes…”[35]

¿Qué es lo que yo creo que ha pasado en ese posible retorno imposible?

“El exilio es un camino sin retorno. Volver a la tierra original es siempre decepcionante. No hay vuelta posible.” Dice Tomás Segovia. A él le parece que no hay identidad, que hay reconocimiento, como diría Hegel.”

Posible conclusión, que bien podría ser tema del próximo coloquio: a la sociedad española, la dictadura y luego la modernidad mal entendida le inocularon la tendencia a ser poco memoriosa con su pasado reciente,  de modo que no hizo la anagnórisis tan necesaria que debería haber hecho con el exilio retornado. Explico el término que es por cierto el título (no por casualidad) de uno de los mejores libros de Tomás Segovia.[36]

Anagnórisis: “Reconocimiento…incidente o desenlace del argumento de la tragedia, en el que el personaje principal reconoce la propia verdadera identidad o la de algún otro personaje, o descubre la verdadera naturaleza de su propia situación.”[37]  Sinónimo de reconocimiento o agnición: es la Anagnórisis de los antiguos clásicos…En el antiguo lenguaje jurídico es sinónimo de aprobación, reconocimiento sobre todo tratándose de una aseveración del antagonista en el pleito…o de un documento, aceptándolo como siendo realmente lo que representa ser…En el derecho heriditario…la declaración por parte del heredero de aceptar la herencia”[38]   En el poema dramático reconocimiento de una persona cuya identidad se ignoraba; los antiguos retóricos, entre ellos Aristóteles daban mucha importancia a la Anagnórisis que representa el momento en que dos personajes de una ficción literaria se encuentran y se reconocen; bien en escena, bien en el relato novelesco o en el poema épico.

En este relato, no se dio la anagnórisis que tanto necesitaban los exiliados no para recobrar su identidad, no para recuperar sus raíces, sino  para poder reconocerse a ellos mismos.

Termino con dos estrofas más del poema de López Velarde, El retorno maléfico,  que me parece que podría ser el poema de todas las migraciones y los exilios.

Cuando la tosca llave enmohecida
tuerza la chirriante cerradura,
en la añeja clausura
del zaguán, los dos púdicos
medallones de yeso,
entornando los párpados narcóticos,
se mirarán y se dirán: «¿Qué es eso?»…

Y yo entraré con pies advenedizos
hasta el patio agorero
en que hay un brocal ensimismado,
con un cubo de cuero
goteando su gota categórica
como un estribillo plañidero…

Ma. Luisa Capella



[1] Este archivo, único en su tipo, consta de más de un centenar de entrevistas con la técnica de historia de vida,  de varias sesiones de duración.

[2] Emilio Prados. Penumbras, 1940

[3] Félix Población, “Los valores republicanos en Diario Público, Madrid, 3 de mayo de 2009

 

[4] Todos los ejemplos (a reserva de que se indique lo contrario) están tomados de: Alonso Soledad, Elena Aub y María Baranda,. De los que volvieron; Secretaría de Educación Pública, Instituto Nacional de Antropología e Historia, Instituto de Investigaciones José María Luis Mora ; M

ico

﷽﷽﷽﷽﷽a de Investigaciones Jospologon; ique lo contrario estéxico; 1988, 235 pp.(Col. Pababras del exilio, 4), publicación que surgió a raíz del proyecto de historia oral mencionado.

[5] PHO/10/Esp, 4, en entrevista realizada por Elena Aub en 1979.

[6] Carmen Roure PHO/10/33, 1979 entrevista realizada por Concepción Ruiz Funes.

 

[7] Claudio Esteva, PHO/10/Esp. 29,  1981, entrevista realizada por Elena Aub.

[8] Antonio Ordovás PHO/10/51, en 1980, entrevista realizada por María de la Soledad Alonso.

[9] Rafael Fernández, PHO/10 Esp. 31, en 1981, entrevista realizada por Elena Aub

 

[10] Tomás Segovia. Texto leído en el Ateneo Español de México A.C. el 14 de abril de 2011

[11] Palabras del exilio. Contribución a la historia de los refugiados españoles. México; Instituto Nacional de Antropología e Historia, SEP, Librería Madero; 1980, pág. 82. Entrevista realizada por María Luisa Capella al D. José Puche. Durante el proceso de la impresión del libro, lamentablemente el Doctor José Puche Álvarez falleció.

[12] Rafael Fernández, PHO/10 Esp. 31, en 1981, entrevista realizada por Elena Aub

[13] Francisco Álvarez,  PHO/10/Esp. 9, 1980, entrevista realizada por Elena Aub

[14] Francisco Giner de los Ríos, PHO/10/Esp. 2, 1979, entrevista realizada por Elena Aub

[15] Arturo García Igual, PHO/10/27, 1980, entrevista realizada por Soledad Alonso

[16] Francisco Giral, PHO/10/Esp. 27, 1981, realizada por Elena Aub.

[17] Arturo García Igual, PHO/10/27, 1980, entrevista realizada por Soledad Alonso).

[18] Adolfo Sánchez Vázquez. “Fin del exilio y exilio sin fin” en Del exilio en México. Recuerdos y reflexiones. México; Grijalbo, 1991, págs..33-38.

[19] Ramón Gaya, PHO/10/Esp. 30, 1981, entrevista realizada por Elena Aub

[20] Opus cit, Adolfo Sánchez Vázquez

 

[21] Entrevista que le hice para este Proyecto de Historia Oral, en 1978. aprovecho a rendirle un homenaje por ser una de las “buenas personas”, esas que se necesitan para la regeneración de una sociedad, pero no sólo por eso sino también por ser la figura ejemplar que fue en su participación durante el Gobierno de la República, durante la guerra y en el exilio

[22] de quien el CEME acaba de editar en colaboración con la Editorial Juan Pablos y el FONCA la edición facsimilar de los cuentos que le escribió a su hija desde la cárcel de Burgos, donde pasó 16 años.

[23] PHO/10/Esp, 4, 1979, entrevista realizada por Elena Aub

 

[24] PHO/10/28, 1979, entrevista realizada por Soledad Alonso.

[25] PHO/10Esp, 12, 1980, entrevista realizada por Elena Aub

[26] PHO/10/Esp. 23, 1980, entrevista realizada por Elena Aub

[27] PHO/10/27, 1979, entrevista realizada por Soledad Alonso

[28] PHO/10/ Esp. 2, 1979, entrevista realizada por Elena Aub.

[29] PHO/10/51, 1980, realizada por Soledad Alonso

[30] PHO/10/Esp. 15, 1980, entrevista realizada por Elena Aub.

[31] PHO/10/ Esp. 8, 1979, entrevista realizada por Elena Aub

[32] PHO/10/ Esp. 24, 1980, entrevista realizada por Elena Aub.

 

[33] PHO/10/ Esp. 16, 1980, entrevista realizada por Elena Aub.

[34] Max Aub. La gallina ciega. México, Joaquín Mortiz Editores, 1971, 417, pàgs.

[35] Idem, p. 407

[36] Tomás Segovia. Anagnórisis, México, Siglo XXI Editores, 1967, 139 pags.

[37] Webster’s Third  New International Dictionary

[38] Diccionario Enciclopédico Espasa-Calpe.

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