Los hijos de esos españoles que cruzaron el Atlántico buscando un lugar donde morir con dignidad nos sentimos ofendidos con esta comparación.

29/01/21. El abogado, economista y profesor de la Universidad Nacional de México, Fernando Serrano, escribe en esta Tribuna abierta para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre las declaraciones de Pablo Iglesias comparando el exilio republicano con la situación de Puigdemont.

Declaraciones de Pablo Iglesias
El Sr. Pablo Iglesias compara el exilio republicano español que se produjo en 1939 y la estancia de los republicanos en las playas francesas con la estancia privilegiada en Bélgica que está disfrutando el Sr. Puigdemont.

No quiero discutir si el Sr. Puigdemont y sus correligionarios tienen o no razón en sus pretensiones, pero lo que sí se puede afirmar es que la forma en que la llevaron a cabo no concuerda con una estructura jurídica ni con los principios legales vigentes y aprobados por el pueblo español.

Los españoles que salieron de su patria en 1939 defendieron la libertad, la justicia, y el orden jurídico. Se puede decir con razón que en la zona republicana hubo excesos, muchos excesos, pero la mayor parte de ellos, por no decir la totalidad, fueron producidos por dos grupos incontrolados que actuaban al margen del gobierno de la república.

Los descendientes del exilio español nos sentimos orgullosos del legado de honestidad, prudencia, amor a las instituciones y defensa de los principios republicanos que nos dejaron nuestros padres: el laicismo, la austeridad, la democracia y la defensa de la convivencia pacífica, que son valores que por su ejemplo calaron profundamente en nosotros.

Los hijos de esos españoles que cruzaron el Atlántico buscando un lugar donde morir con dignidad nos sentimos ofendidos con esta comparación y muchos de nosotros, aunque sintiéndonos mexicanos, hubiéramos podido solicitar la nacionalidad española que nos pertenece desde el nacimiento, pero no lo hemos hecho para no quebrantar un juramento de lealtad a una forma de gobierno y a un monarca en los que no creemos.