En todos los países hay fechas que recuerdan el nacimiento o fallecimiento de alguna persona singular. La de 21.05.1895 recuerda el nacimiento de un natural de esa Nueva España que habiendo dejado de serlo con su independencia, fue más español que ninguno. Me refiero al que sería Presidente Lázaro Cárdenas. Parafraseando a Churchill de él se puede decir que “nunca a un solo hombre debieron tanto, tantos españoles”; los beneficiados directos de su actuación y todo los demás que recibimos de él la demostración de que la ética no es un concepto abstracto sino una opción que, cuando se quiere, se puede convertir en realidad.

Como tantos otros niños, la mayoría, tuvo unos comienzos difíciles. Huérfano de padre y el mayor de 8 hermanos de un familia media-baja pronto tuvo que colaborar a su sustento con su trabajo. Con 18 años s incorporó a la revolución mexicana buscando un mundo mejor. En ella demostró su capacidad; acabaría con el grado de General a los 25 años, justo en 1920. Ésa es fecha señalada para el Ateneo de Madrid; entonces celebraba el I Centenario de otro intento de hacer de la ética una realidad. Tras su generalato intervino de modo más pacífico, pero no menos activo, en la vida social y política de su país del que fue elegido Presidente tras haber sido gobernador del Estado de Michoacán, donde naciera. Su fallecimiento en 1970 tiene la curiosidad aritmética de ocurrir hace hoy medio siglo, el 19 de octubre fecha próxima a la de la inauguración oficial del I Centenario de creación del Ateneo el 24.10.1820.

Secretario de Gobernación con el Presidente Rubio, fundaría el Partido Nacional Revolucionario con el también Presidente Calles, que le precedió. Electo a propuesta de Calles, pero con el apoyo de la Confederación Campesina Mexicana y la Confederación General de Obreros y Campesinos de México, de corte sindical, se libraría del cerco político más moderado impuesto por Calles. Reorganizaría el partido con una estructura nacional; le seguiría su labor de nacionalización de los ferrocarriles y de la industria petrolera en 1936 con la Ley de expropiación en beneficio de la nación de 17 empresas de los EEUU y de Inglaterra. Durante su mandato impulsó la mayor participación social de los trabajadores industriales y campesinos, rescatando la idea de la revolución, más popular que burguesa, apoyando las huelgas obreras.

A él se debe la reforma agraria en la que  expropió a la iglesia, latifundista desde el S. XVIII, pero también a generales revolucionarios. En esa reforma se repartieron millones de hectáreas de ejidos, en plan cooperativo, entre los trabajadores del campo en la línea que iniciara siendo Gobernador de Michoacán. Su plan de reducción de la mortalidad le llevó al desarrollo de suministro de agua potable y de atención médica en zonas rurales para erradicar el paludismo, entre otras enfermedades, en lo que recibió ayuda de la Fundación Rockefeller.

Singular importancia tuvo la creación de la carrera de médico, cirujano y partero en el medio rural, en la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas, del Instituto Politécnico Nacional, en cuyo profesorado participaron brillantes médicos del exilio español: Isaac Costero, José Torre Blanco, Jaime Pi Suñer, Alberto Folch Pi y Manuel Márquez, etc., aunque contara con la oposición de la UNAM que tenía un concepto más burgués de la profesión médica. En el año 1936 creó el Seguro Social para proteger de enfermedades y riesgos profesionales, invalidez, vejez, maternidad y paro a los trabajadores.

Frente todas estas medidas no se hizo esperar la reacción internacional negándole créditos y la interna con la creación de partidos de oposición como el Partido Acción Nacional (PAN) aún existente, el Partido Fascista, la Asociación Nacional de Banqueros, la Unión Nacional Sinarquista, el Partido Revolucionario Anticomunista opuestos  a la ejecución de estas reformas. Terminaría su mandato en 1940 con una Ley que prohibía las concesiones petroleras dejando en manos nacionales su explotación.

Este programa político que consiguió llevar a cabo fue similar al que en la España de 1931 pretendió la II República. Esta coincidencia ideológica de búsqueda de una mayor justicia social explica mejor que nada su comportamiento cuando en España, tras el fracaso del Golpe de Estado de 1936, se inició de la II Guerra Mundial con la intervención de la Alemania nazi y de la Italia fascista, a la que no se le quiso dar esa naturaleza que hubiera obligado a intervenir a los países democráticos. Siguió sin hacerse tras la anexión de los Sudetes y la invasión de toda Checoeslovaquia y la anexión de Austria, eufemismo para no reconocer que fuera una invasión, hasta que se produjo la invasión de Polonia.

La cooperación del México de Cárdenas con el gobierno legítimo soportó las presiones de EEUU, con Roosevelt, y de Inglaterra, bajo el pro fascista Eduardo VIII y del anticomunista Jorge VI con su lamentable Chamberlain. Pese a ellas, envió el armamento que le negaban estos países ¿democráticos? que apoyaron con su inacción el triunfo del fascismo. Compraba armas en Europa que, tras arribar en un puerto mexicano, enviaba a España en buques como el Magallanes, el Sil y el Mar Cantábrico entre otros. México nunca reconocería la legitimidad del régimen franquista, aunque sí reconocería el de su heredero Juan Carlos I.

Pero, sin duda, lo más emotivo, por directamente humano, fue la recepción de los denominados Niños de Morelia, 456 menores de edad hijos de republicanos que llegaron a Veracruz en 1937 en el buque Mexique a petición del Comité Iberoamericano de Ayuda al Pueblo Español. A ellos se sumarían en 1939 los exiliados llegados en el buque Sinaia acogidos con fondos del estado.  Al Sinaia, todavía antes del fin de la República, le siguieron el Ipanema y, ya trasladando a refugiados de los campos de concentración franceses, de nuevo el Mexique, el Flandra y el Sergio Pinto I. Muchos otros países de Iberoamérica, también de los EEUU, el RU y la URSS acogerían a estos exiliados defensores de la democracia republicana.

Con fondos estatales mexicanos se creó la Casa de España de México, hoy Colegio de México. Ella recibió a figuras científicas y culturalmente singulares como Blas Cabrera, Manuel Giral; filosofas como María Zambrano; narradores como Tomás Segovia, Emilio Prados, Max Aub, José Bergamín; poetas como León Felipe y Luis Cernuda; artistas como Luis Buñuel, Rodolfo Halffter, Remedios Varo, etc.; sacerdotes como José Ertze Garamendi y José Manuel Gallegos Rocafull junto a una pléyade de trabajadores de muy distinta formación que aunque vivieron con la permanente ilusión de un exilio breve trabajaron con denuedo y agradecida generosidad para el progreso de la que fue, como madre amorosa, su segunda patria.

Inolvidable el telegrama enviado por el Presidente Cárdenas con motivo de la llegada de quelas primeros 456 niños a México: “Tengo el gusto de participarle haber arribado hoy sin novedad a Veracruz los niños españoles que el pueblo recibió con hondas simpatías. La actitud que el pueblo español ha tenido para el de México al confiarle estos niños, correspondiendo así a la iniciativa de las damas mexicanas que ofrecieron a España su modesta colaboración la interpretamos Sr. Presidente Azaña, como fiel manifestación de fraternidad que une a los dos pueblos. El estado toma bajo su cuidado a estos niños rodeándolos de cariño y de instrucción para que mañana sean dignos defensores del ideal de su patria. Salúdalo afectuosamente. Presidente Cárdenas”. Azaña moriría protegido por la bandera de México.

EL singular  afecto recibido en México por todos esos exiliados, de su Presidente pero también directamente de todo el pueblo, lo sitúa en primer lugar en el corazón de todos los españoles. Eterno será nuestro agradecimiento a aquel pobre huérfano nacido en Jiquilpán, una aldeíta perdida en el Estado de Michoacán un lejano 21 de mayo de 1895.

Alfonso J Vázquez Vaamonde, Secretario primero del Ateneo de Madrid